Uno de los momentos más difíciles en el santuario, o al menos para mí, es cuando uno de los animales que rescatamos fallece. Hay muchos sentimientos y emociones involucradas en nuestras relaciones con animales rescatados. Nosotros tomamos en nuestros brazos animales que la industria ha destruido por completo, huérfanos, amputados, agonizantes, inseguros, miedosos; ellos dan todo su mejor esfuerzo por curarse y tener una vida normal en libertad y nosotros dedicamos nuestra vida entera para que ellos puedan disfrutar de esa libertad que se merecen. Muchas veces lo logramos juntos, salimos adelante y tenemos muchos años de vida por delante; otras veces sin importar los esfuerzos no lo logramos; pero sin importar cuál sea la razón, perder a un ser querido, a alguien que cuidamos como un hijo, a alguien que buscaba la libertad desesperadamente, a alguien que quería vivir, siempre va a ser muy doloroso.
En estos más de 14 años he tenido el infortunio de ver a muchos partir, ya sea por causas naturales o simplemente porque no lograron superar el maltrato que el humano les dio, lo cual es extremadamente doloroso para nosotros como cuidadores. No puedo ni describir cuántas veces el corazón me ha quedado destrozado, cada dolor es diferente porque cada lucha y cada individuo es diferente, y al otro día debemos seguir con Fortaleza porque hay muchos que aún nos necesitan. Los últimos meses fueron difíciles. Nuestra amada Milk Alberta falleció de una enfermedad que casi no existe en Colombia. Milk fue la fundadora del santuario, la rescatamos cuando apenas tenía 3 días de nacida, lo que significa que ella y yo nacimos el mismo día Milk es mi alma gemela. Milk era un animal fantástico; sin duda un ser muy especial que falleció en nuestros brazos mientras le decíamos cuánto la amábamos. Fingí ese día para que ella se fuera tranquila, que todo estaba bien y pudiera partir; la realidad es que por dentro yo me estaba rompiendo en miles de pedazos intentando ocultar las lágrimas para que Milk se pudiera ir tranquila, le mentí, le dije que se podía ir, que yo ya estaba preparada. La realidad es que nunca estoy preparada. Con pocos días de diferencia fallece Perla, la cerdita. ella y yo teníamos un lazo muy especial. Cuando enfermó, yo estaba de viaje dando unas conferencias en Brasil en el Vegfest. Tenía un tiquete que me mantendría fuera del santuario por 10 días, sin opciones de cambiar el viaje, apenas aterricé en Brasil mi hermana me llama a decirme que Perla no podía caminar de un momento a otro. En ese momento a la distancia y desde el aeropuerto de Sao Paulo me comuniqué con todos los veterinarios del país y los de otros países, hablé con más de 5 santuarios de otros países con experiencia en cerdos. Todos comenzamos a trabajar al mismo tiempo en la mejoría de Perla, pero ella no quería comer sin mí a su lado, así que organizamos video-llamadas para que se animara a comer y fue así que comenzó a alimentarse de nuevo. Ese viaje fue el peor de mi vida, por causa de estar alejada de ella cuando más me necesitaba. Fue una completa pesadilla.
Apenas volví a Colombia Perla comenzó a mostrar una rápida mejoría, le siguieron dos operaciones que fueron de gran ayuda*. Poco a poco mejoraba, comía y comenzaba a caminar, de la mano de nuestros amigos de The Pig Preserve. Me llené de fuerza y valentía para salir como ganadoras de esta batalla. Debo confesar que muchas noches volvía a mi habitación llorando (y lo hago mientras escribo esto), deseando volver al pasado, para poder solucionar lo que fuese causó esta enfermedad. A Perla teníamos que ayudarla a levantarse para comer y caminar un poco, era parte de la terapia; levantar a un cerdo de más de 250 kilos no es fácil, esto me causó 3 hernias discales que ahora son un gran problema. En otra oportunidad ella perdió el equilibrio y cayó sobre una de mis piernas, por lo cual estuve incapacitada algunas semanas. Todo esto lo vivimos juntas, luchamos juntas de la mano, como la familia que somos. Sin embargo, un día noté que algo no estaba bien, mi corazón albergaba un presentimiento, a través de una fuerza que trasciende el lenguaje, ese día sentí que me pidió ver, una vez más, una película conmigo, así que vimos Star Wars The Last Jedi, Perla se emocionaba mucho con las peleas de los lightsabers; en broma decíamos que nos preparábamos para lo que estaba por venir.
Ese día comió todo su desayuno, pero cuando volví a la hora de la cena me encontré con su cuerpo inerte, mi amada Perla había partido, nuestra lucha, nuestro amor, nuestra fortaleza, se habían ido todas con ella, y ahí estaba yo, sobre su cuerpo sin vida, con su rostro calmado, con una gran sonrisa, lo juro, hermosa como siempre, pacífica. Lloré tan solo un poco y seguí con mis actividades porque era la hora de la comida y todos estaban pidiendo comida. Una hora después informé al resto del equipo sobre la partida de Perla. Por algún extraño motivo no me salió una lágrima aunque estaba en total shock…
Los días pasaron y llegó el día del tour, dos semanas después de la partida de Perla. El último lugar que mostrabamos era el de ella, y en el área que queda justo antes, vive Poldark (quien disfruta mucho de besos y abrazos de parte de los humanos), mientras yo explicaba la historia de Perla, de reojo estaba viendo hacia esa zona vacía, con su ausencia, donde ya no podía continuar con la visita. Y entonces dije: “Y en este lugar estaba Perla…”, y mientras me disponía a contar su historia, frente a más de 50 personas, no me pude contener y rompí en llanto. Lloré como una niña de 5 años, sollozando, tuve que sentarme sobre el lodo al lado de Poldark para poder controlar mi respiración, mi dolor, mi sufrimiento. Jamás pensé romper en llanto frente a todos. Aún siento vergüenza por esto, aun me duele infinitamente todo. Esa tarde entré a mi habitación y de nuevo volví a llorar profundamente. El dolor fue tan fuerte que no me podía mantener de pie, tan solo pensaba en cuánto amaba a Perla, cuánto luchó ella por la vida, tan valiente, tan fuerte tan fantástica siempre. Mi amada Perla, mi superheroína. Siempre fue una cerda fantástica. Desde que llegó a nosotros con 4 días de vida solo mostró fortaleza, inteligencia, sabiduría, dulzura, es una de las personas que más admiro y espero algún día tener alguna de sus cualidades.
Han pasado algunos meses y aún me duele su ausencia. Ahora el lugar donde vivía Perla lo ocupa Juanito que ha devuelto la vida allí. Esta es una parte que muchos desconocen de la vida en el santuario. Para nosotros, el momento luto es un privilegio, debemos seguir trabajando porque hay que hacer dinero para más de 100 animales, debemos seguir luchando, llorando, pero debemos seguir adelante. Esta, diría yo, es la parte más difícil de tener un santuario y realmente para esto, jamás estamos preparados.